E.R.ZAFFARONI, Alagia- Slokar. Manual de Derecho Penal, parte General, pag. 200 a 204.-
La fundación del discurso de emergencia que responde groserías: el Malleus maleficarum.
La emergencia diabólica:
La primera aparición del discurso de emergencia tuvo lugar contra el diablo, que perdía las almas llevándolas a disentir con la autoridad (herejías). No obstante, sus poderes terrenales se consideraban muy limitados. Un antiguo texto eclesiástico –el Canon episcopi- afirmaba que los viajes de las brujas eran sólo sueños inspirados por el diablo, que carecía de poder de causar otros males. No obstante, comenzó la inquisición a perseguir brujas y a quemarlas y los dominicos (llamados perros del Señor, o sea, la corporación de empresarios morales contra las brujas) se encargaron con singular empeño de esta combustión. Se desató un debate entre los demonologos (científicos de su tiempo), sosteniendo: (a) unos la falsedad del Canon Episcopi, (b) otros que se refería a otra brujería diferente y (c) otros, finalmente, decían que aunque las brujas no volasen , debían quemarlas porque hacían pacto con el diablo.
El debate se cerró brutalmente con una bula papal que consagró oficialmente un libro como manual inquisitorial contra brujas, afirmando la realidad de los poderes del diablo y de las brujas, con un sofisticado desarrollo teórico, extenso y articulado. Fue el Malleus Maleficarum o Martillo de las brujas, de 1484, escrito por dos inquisidores fanáticos y alucinados: Heinrich Kraemer y James Sprenger. Este libro no sólo funda el discurso legitimante de emergencia, sino también el del propio poder punitivo en la etapa de su consolidación definitiva.
Es la primera gran obra sistemática de derecho penal integrado con la criminología, el procesal penal y la criminalística. Fuera del interés penal, proporciona una cosmovisión de la edad media como contracara de la Divina Comedia. Aunque seria un escándalo cualquier comparación entre estos torturadores y Dante, lo cierto es que ambas obras son necesarias para obtener una visión cultural completa del medioevo.
El Martillo fue un best seller con más de treinta ediciones. Esto significa un éxito editorial para su tiempo, muy superior a lo que hoy serian las ediciones de las obras de un Premio Nobel de literatura.
Texto repugnantemente misógino:
Llama poderosamente la atención el olvido en que posteriormente cayó el Malleus y la nula atención que le dedicaron los penalistas y criminólogos. Esto se explica porque el saber jurídico- penal moderno —que cubre al poder punitivo con los fines más excelsos— no podía mostrar como obra fundacional un trabajo que racionaliza crueldades increíbles sustentadas en disparates.
Tampoco podía reconocer su origen en un texto de repugnante misoginia. Como cualquier conocimiento adquirido por la inquisitío (saber de dominus) presupone que el inquisidor inferiorice al ente que interroga, en este caso redujo a las mujeres (mitad le la especie) a una condición subhumana, lo que explicaba que conspirasen con el diablo.
Se trata de una visión policial del saber que luego se convertirá en visión policial de la historia, que siempre halla la causa del mal en un grupo inferior subhumano que conspira . Esta causalidad diabólica se laicizará acabando en los genocidios los siglos posteriores.
El Malleus afirmaba que las mujeres se complotaban con el diablo, justificando así su control brutal por el hombre. Los actos de brujería (el mal) se explicaban por la inferioridad genética en la mujer, atribuida a que ésta fue hecha a partir de una costilla que, por curva, se contrapone a la rectitud propia del hombre. Esta inferioridad genética la hacia más débil que el hombre en la fe, lo que se reafirmaba con una falsa etimología de femina, derivada de fe y minus.
La misoginia del Malleus parece provenir de que el poder punitivo percibía en la mujer una amenaza para su consolidación. La confiscación de la víctima y este control brutal de la mujer como ser inferior, son contemporáneos. En la baja edad media la cultura pagana sobrevivía en toda Europa. La mujer es la transmisora generacional de cultura y, por ende, si se quería cortar con la cultura anterior e Imponer una nueva, el acento controlador debía ponerse en la mujer.
Las características estructurales de la emergencia:
El Malleus muestra con claridad las características estructurales del discurso de emergencia y las fija de una vez para todo el curso de los siglos posteriores. En (a), (b), (c) —ver cuadro de p. 196— se afirma la existencia de las brujas y su poder casi omnímodo, la gravedad del crimen hediondo (sostienen que es más grave que el pecado de Adán) y la necesidad de detenerlo para evitar que sucumba la humanidad. (d) Imputan el peligro a grupos vulnerables considerados siempre inferiores o subhumanos, para lo cual inauguran la criminología etiológica plurifactorial, pues para poder responsabilizar a las brujas no era posible admitir una explicación monocausal: no lo podían atribuir exclusivamente a las brujas (se pondría en duda el poder divino), ni a los astros o a las hierbas (no habría responsabilidad de las brujas), ni sólo al diablo (no serían responsables las brujas y el poder diabólico seria superior al divino). Por ello, explicaban una complicada etiología del delito, en que el diablo difunde el mal, afectando a personas débiles o inferiores (las mujeres), pero actuando con permiso divino (cuyos designios son siempre inescrutables). Esta compleja arquitectura intelectual rechaza también que hubiese seres humanos, engendrados por el demonio, pese a la copulación de los diablos (íncubos y súcubos) con las brujas y los brujos. Sostienen entonces que los diablos pueden transportar semen pero no producirlo, porque son aire concentrado. De este modo se rechazaba una brujjería nata, lo que también hubiese impedido la responsabilidad de las brujas. Se enuncia así la teoría de la degeneración: el diablo, con su ciencia, selecciona el semen que recoge y la bruja a quién insemina, para gestar personas proclives a sus fines. Cuatrocientos años más tarde el positivismo biologista sostendrá lo mismo (ver § 74). (e) Descalifica a quienes niegan el mal: los peores herejes son quienes ponen en duda el poder de las brujas. (f) Niega los propios argumentos de autoridad, dado que desconoce el valor del Canon episcopi. (g) No duda que el poder punitivo es el único medio para conjurar el peligro, erradicando el crimen hediondo. (h) No se ocupan mucho de desautorizar a quienes negasen la anterior premisa, porque practicaban el ideal de toda empresa moral de emergencia: matar a quienes niegan la emergencia y también a quienes niegan la eficacia del poder punitivo. (i) Pretenden ser inmunes al mal y a cualquier forma de corrupción, con el simple argumento de que Dios no podía permitirlo, o sea, que eran divinamente inmunes. (j) Cualquiera que denunciase la corrupción y los intereses de los dominicos, los príncipes, y los ejecutores, hubiese sido eliminado, de modo que el texto no se ocupa de eso. (k) Suprimen todo limite al poder punitivo, que se administrativiza totalmente. (l) Por último, su bien se refiere sólo a sus procesos por brujería, el método contamina a todo el ejercicio del poder punitivo de su tiempo y sirve de modelo general.
El derecho penal de autor puro:
El derecho penal del Malleus es una versión de autor tan extrema que no distingue entre una teoría del delito y una teoría del autor. Responde a la lógica última de todo derecho penal de peligrosidad, que en siglo xx se reeditará en el proyecto soviético de Krylenko (ver § 56). Explican detalladamente los procedimientos de las brujas: comos e inician, pactan con el maligno, son transportadas, copulan, se valen de los sacramentos, obstaculizan la función procreadora, consiguen neutralizar la potencia masculina, convierten a los hombres en animales, provocan enfermedades, epidemias, tormentas, catástrofes, matan niños (en especial las parteras) y los ofrecen al diablo. Se trata de una parte especial enunciativa, porque como el derecho penal de autor sólo se ocupa de signos de una inferioridad, su catálogo queda siempre abierto. En el Malleus éste es tan amplio que no queda ninguna conducta que no sea sospechosa.
El proceso inquisitorial:
A semejante teoría del autor (o del delito) debe seguir un proceso que no requiere acusador y menos defensor, sino únicamente un tribunal que investigue. La tortura es interpretada de modo que el procesado no tenga escapatoria: si la bruja admitía sus actos, igualmente había que torturarla para que delatase a sus cómplices; como su declaración configuraba prueba contra éstos, la reproducción de procesos era geométrica. Si pese a la tortura no confesaba, eso probaba que tenía pacto con el maligno y por ello resistía el dolor. La bruja debía identificar a sus enemigos mortales con anterioridad al juicio, de modo que cualquier testigo que no hubiese sido mencionado oportunamente no podía luego ser objetado. Es una constante que un poder punitivo que identifica signos, opere con amplísima libertad para buscarlos y que, en la medida en que más signos encuentre, mayor pena (remedio) imponga. Entre las mujeres, las más peligrosas eran las viejas odiadas por los vecinos, las adúlteras, las fornicadoras y las concubinas. Trataba con ellas de construir un enorme tipo de autor (estereotipo), seleccionar a cualquiera sin que tuviese ningún derecho de defensa, lo que constituye la ambición última de todo ideóloqo del estado de policia. De este modo expresa las constantes de cualquier teoría de defensa social ilimitada.
La fundación de la estructura discursiva crítica del poder punitivo: la Cautio criminalis.
El espacio para la crítica: la sustitución de emergencias.
La crítica al Malleus_y a la combustión de mujeres se fue extendiendo en la medida en que la emergencia de las brujas y el diablo se reemplazaba por otra: la disidencia tomó cuerpo en varios países con el afianzamiento de iglesias separadas (la Reforma) y esa fue la nueva emergencia, que en el siglo XVI dio lugar a que desde la Europa católica se respondiese con la Contrarreforma, encabezada por los jesuitas contra los protestantes. La Inquisición romana estaba muy decadente y con la nueva emergencia renació copiando el modelo de la inquisición española (que era una policía del rey sumamente eficaz, completamente separada de la romana). Una nueva corporación era la empresaria moral de la nueva emergencia. En el siglo XVI hubo una obra muy valiente del médico .Johannes Wier (o Weier) (1516-1588), publicada en Basilea en 1563 y traducida al francés en 1570, que sostenía que las brujas eran enfermas: puede considerarse el intento pionero de la corporación médica por apoderarse de la cuestión penal, objetivo que recién logrará con el positivismo del siglo XIX. Pero las criticas más severas arreciaron desde el campo jesuita, con Adam Tanner (1572-1632) en su Theologia scolastica y Paul Laymann (1574-1635) en su Theologia morali.s. De cualquier manera, era difícil y peligroso hacer estas críticas, pues no pocos inquisidores consideraron que habla que quemar a Tanner. Pero el espacio de crítica se iba abriendo como resultado de la sustitución de emergencias y de la consiguiente lucha de corporaciones (dominicos y jesuitas).
El primer libro enteramente dedicado a la crítica del Malleus y de la práctica inquisitorial fue publicado en 1631 con el titulo de Cautio Criminales, escrito por Friedrich Spee von Langenfeld (1591-1635). Si bien la combustión de brujas se había decaído en la inquisición romana, se llevaba a cabo con ensañamiento en la región germana centroeuropea. Spee era un jesuita que fue nombrado confesor de las brujas condenadas a la combustión por inquisidores alemanes, y la vivienda de esas atrocidades le indignaron y le decidieron a escribir este libro, que inaugura la estructura del discurso penal critico.
n alto grado de valentía y una sin—
El libro le trajo problemas incluso dentro de su propia orden, pero finalmente fue reivindicado y permaneció en ella hasta su muerte, producida, por haberse contagiado atendiendo enfermos durante una epidemia. Si bien el libro era funcional a los intereses de la nueva emergencia, que quería acabar con la anterior, las líneas no estaban aún del todo claras y, además, la crítica de Spee era muy dura y susceptible de extenderse a otros aspectos del poder punitivo, lo que revela un alto grado de valentía y una sincera indignación, teniendo en cuenta la fácil combustión de su tiempo.
Las características críticas del discurso.
En la Cautio criminalis se observa la estructura crítica del discurso penal con meridiana claridad. En términos estructurales, poco se ha agregado al programa originario de Spee. (a) Comienza señalando que la responsabilidad de los crímenes de la inquisición correspondía en primer lugar al prejuicio y a la ignorancia, o sea, a la explotación, de una opinión pública falsamente informada. (b) Considera insensatas las creencias en los poderes de las brujas y del diablo, y falsa la extensión del fenómeno. Explica la pretendida extensión como resultado de considerar prueba de cargo la mención que de la acusada hiciese otra obligada a dar algún nombre por el dolor de la tortura. (c) Cita a los teólogos jesuitas que se le habían adelantado en sus obras generales a mostrar la crueldad de la tortura y la condena de inocentes. (dI Pone de manifiesto la pobreza y vulnerabilidad de las víctimas de la inquisición y su impotencia frente a ese ejercicio de poder punitivo arbitrario e irracional. Afirma que si por medios violentos los políticos (príncipes) pretenden erradicar todo el mal, sólo conseguirán convertir sus tierras en un desierto. (e) No admite la Inmunidad de los inquisidores, a los que considera responsables de pecados gravísimos. (f) Señala el brutal grado de crueldad de las torturas de la inquisición y la imposibilidad de resistir el dolor, que lleva a confesar cualquier cosa y a nombrar a cualquier persona. (g) Demuestra que el poder punitivo de la inquisición, en definitiva, servia para fortalecer a los autores de discursos oficiales de la Iglesia (doctrinarios de ese tiempo) y para proveer de chivos expiatorios a los príncipes, que de ese modo podían atribuir todos los males al diablo y a las brujas y eximirse de toda responsabilidad (tres siglos más tarde, los positivistas atribuirán todo a la biología). (h) Pero lo fundamental, es que Spee puso de manifiesto la corrupción de ese poder inquisitorial, revelando que los participantes cobraban por bruja quemada y, además, puerta a puerta solicitaban contribuciones voluntarias para la inquisición y sus funcionarios, extorsión que hoy se denomina venta de protección.
El origen de los límites liberales:
La obra de Spee no tuvo efecto inmediato, pero las ejecuciones por brujería fueron disminuyendo y el golpe de gracia discursivo más fuerte lo recibirá de Christian Thomasius en 1701, que en su famosa tesis (Sobre los procesos a brujas) destruye prácticamente al Malleus, que desde entonces deja de ser citado.
La obra de Spee parece haber tenido un gran peso sobre Thomasius. Además, en la Cautio criminalis puede encontrase la primera argumentación orgánica contra la tortura y el proceso inquisitorio, que desarrollarán luego los autores del iluminismo y del liberalismo, o sea, el origen mismo de los límites reclamados por el pensamiento penal liberal.
Spee invoca en forma obsesiva la razón, y si bien lo hace desde una perspectiva escolástica, no es menos cierto que en el campo estrictamente penal las garantías surgen porque había que detener un poder formidable, y la primera crítica orgánica se formula en esta obra, cuyo autor no fue un doctrinario, sino un participante indignado y valiente.
La fundación del discurso de emergencia que responde groserías: el Malleus maleficarum.
La emergencia diabólica:
La primera aparición del discurso de emergencia tuvo lugar contra el diablo, que perdía las almas llevándolas a disentir con la autoridad (herejías). No obstante, sus poderes terrenales se consideraban muy limitados. Un antiguo texto eclesiástico –el Canon episcopi- afirmaba que los viajes de las brujas eran sólo sueños inspirados por el diablo, que carecía de poder de causar otros males. No obstante, comenzó la inquisición a perseguir brujas y a quemarlas y los dominicos (llamados perros del Señor, o sea, la corporación de empresarios morales contra las brujas) se encargaron con singular empeño de esta combustión. Se desató un debate entre los demonologos (científicos de su tiempo), sosteniendo: (a) unos la falsedad del Canon Episcopi, (b) otros que se refería a otra brujería diferente y (c) otros, finalmente, decían que aunque las brujas no volasen , debían quemarlas porque hacían pacto con el diablo.
El debate se cerró brutalmente con una bula papal que consagró oficialmente un libro como manual inquisitorial contra brujas, afirmando la realidad de los poderes del diablo y de las brujas, con un sofisticado desarrollo teórico, extenso y articulado. Fue el Malleus Maleficarum o Martillo de las brujas, de 1484, escrito por dos inquisidores fanáticos y alucinados: Heinrich Kraemer y James Sprenger. Este libro no sólo funda el discurso legitimante de emergencia, sino también el del propio poder punitivo en la etapa de su consolidación definitiva.
Es la primera gran obra sistemática de derecho penal integrado con la criminología, el procesal penal y la criminalística. Fuera del interés penal, proporciona una cosmovisión de la edad media como contracara de la Divina Comedia. Aunque seria un escándalo cualquier comparación entre estos torturadores y Dante, lo cierto es que ambas obras son necesarias para obtener una visión cultural completa del medioevo.
El Martillo fue un best seller con más de treinta ediciones. Esto significa un éxito editorial para su tiempo, muy superior a lo que hoy serian las ediciones de las obras de un Premio Nobel de literatura.
Texto repugnantemente misógino:
Llama poderosamente la atención el olvido en que posteriormente cayó el Malleus y la nula atención que le dedicaron los penalistas y criminólogos. Esto se explica porque el saber jurídico- penal moderno —que cubre al poder punitivo con los fines más excelsos— no podía mostrar como obra fundacional un trabajo que racionaliza crueldades increíbles sustentadas en disparates.
Tampoco podía reconocer su origen en un texto de repugnante misoginia. Como cualquier conocimiento adquirido por la inquisitío (saber de dominus) presupone que el inquisidor inferiorice al ente que interroga, en este caso redujo a las mujeres (mitad le la especie) a una condición subhumana, lo que explicaba que conspirasen con el diablo.
Se trata de una visión policial del saber que luego se convertirá en visión policial de la historia, que siempre halla la causa del mal en un grupo inferior subhumano que conspira . Esta causalidad diabólica se laicizará acabando en los genocidios los siglos posteriores.
El Malleus afirmaba que las mujeres se complotaban con el diablo, justificando así su control brutal por el hombre. Los actos de brujería (el mal) se explicaban por la inferioridad genética en la mujer, atribuida a que ésta fue hecha a partir de una costilla que, por curva, se contrapone a la rectitud propia del hombre. Esta inferioridad genética la hacia más débil que el hombre en la fe, lo que se reafirmaba con una falsa etimología de femina, derivada de fe y minus.
La misoginia del Malleus parece provenir de que el poder punitivo percibía en la mujer una amenaza para su consolidación. La confiscación de la víctima y este control brutal de la mujer como ser inferior, son contemporáneos. En la baja edad media la cultura pagana sobrevivía en toda Europa. La mujer es la transmisora generacional de cultura y, por ende, si se quería cortar con la cultura anterior e Imponer una nueva, el acento controlador debía ponerse en la mujer.
Las características estructurales de la emergencia:
El Malleus muestra con claridad las características estructurales del discurso de emergencia y las fija de una vez para todo el curso de los siglos posteriores. En (a), (b), (c) —ver cuadro de p. 196— se afirma la existencia de las brujas y su poder casi omnímodo, la gravedad del crimen hediondo (sostienen que es más grave que el pecado de Adán) y la necesidad de detenerlo para evitar que sucumba la humanidad. (d) Imputan el peligro a grupos vulnerables considerados siempre inferiores o subhumanos, para lo cual inauguran la criminología etiológica plurifactorial, pues para poder responsabilizar a las brujas no era posible admitir una explicación monocausal: no lo podían atribuir exclusivamente a las brujas (se pondría en duda el poder divino), ni a los astros o a las hierbas (no habría responsabilidad de las brujas), ni sólo al diablo (no serían responsables las brujas y el poder diabólico seria superior al divino). Por ello, explicaban una complicada etiología del delito, en que el diablo difunde el mal, afectando a personas débiles o inferiores (las mujeres), pero actuando con permiso divino (cuyos designios son siempre inescrutables). Esta compleja arquitectura intelectual rechaza también que hubiese seres humanos, engendrados por el demonio, pese a la copulación de los diablos (íncubos y súcubos) con las brujas y los brujos. Sostienen entonces que los diablos pueden transportar semen pero no producirlo, porque son aire concentrado. De este modo se rechazaba una brujjería nata, lo que también hubiese impedido la responsabilidad de las brujas. Se enuncia así la teoría de la degeneración: el diablo, con su ciencia, selecciona el semen que recoge y la bruja a quién insemina, para gestar personas proclives a sus fines. Cuatrocientos años más tarde el positivismo biologista sostendrá lo mismo (ver § 74). (e) Descalifica a quienes niegan el mal: los peores herejes son quienes ponen en duda el poder de las brujas. (f) Niega los propios argumentos de autoridad, dado que desconoce el valor del Canon episcopi. (g) No duda que el poder punitivo es el único medio para conjurar el peligro, erradicando el crimen hediondo. (h) No se ocupan mucho de desautorizar a quienes negasen la anterior premisa, porque practicaban el ideal de toda empresa moral de emergencia: matar a quienes niegan la emergencia y también a quienes niegan la eficacia del poder punitivo. (i) Pretenden ser inmunes al mal y a cualquier forma de corrupción, con el simple argumento de que Dios no podía permitirlo, o sea, que eran divinamente inmunes. (j) Cualquiera que denunciase la corrupción y los intereses de los dominicos, los príncipes, y los ejecutores, hubiese sido eliminado, de modo que el texto no se ocupa de eso. (k) Suprimen todo limite al poder punitivo, que se administrativiza totalmente. (l) Por último, su bien se refiere sólo a sus procesos por brujería, el método contamina a todo el ejercicio del poder punitivo de su tiempo y sirve de modelo general.
El derecho penal de autor puro:
El derecho penal del Malleus es una versión de autor tan extrema que no distingue entre una teoría del delito y una teoría del autor. Responde a la lógica última de todo derecho penal de peligrosidad, que en siglo xx se reeditará en el proyecto soviético de Krylenko (ver § 56). Explican detalladamente los procedimientos de las brujas: comos e inician, pactan con el maligno, son transportadas, copulan, se valen de los sacramentos, obstaculizan la función procreadora, consiguen neutralizar la potencia masculina, convierten a los hombres en animales, provocan enfermedades, epidemias, tormentas, catástrofes, matan niños (en especial las parteras) y los ofrecen al diablo. Se trata de una parte especial enunciativa, porque como el derecho penal de autor sólo se ocupa de signos de una inferioridad, su catálogo queda siempre abierto. En el Malleus éste es tan amplio que no queda ninguna conducta que no sea sospechosa.
El proceso inquisitorial:
A semejante teoría del autor (o del delito) debe seguir un proceso que no requiere acusador y menos defensor, sino únicamente un tribunal que investigue. La tortura es interpretada de modo que el procesado no tenga escapatoria: si la bruja admitía sus actos, igualmente había que torturarla para que delatase a sus cómplices; como su declaración configuraba prueba contra éstos, la reproducción de procesos era geométrica. Si pese a la tortura no confesaba, eso probaba que tenía pacto con el maligno y por ello resistía el dolor. La bruja debía identificar a sus enemigos mortales con anterioridad al juicio, de modo que cualquier testigo que no hubiese sido mencionado oportunamente no podía luego ser objetado. Es una constante que un poder punitivo que identifica signos, opere con amplísima libertad para buscarlos y que, en la medida en que más signos encuentre, mayor pena (remedio) imponga. Entre las mujeres, las más peligrosas eran las viejas odiadas por los vecinos, las adúlteras, las fornicadoras y las concubinas. Trataba con ellas de construir un enorme tipo de autor (estereotipo), seleccionar a cualquiera sin que tuviese ningún derecho de defensa, lo que constituye la ambición última de todo ideóloqo del estado de policia. De este modo expresa las constantes de cualquier teoría de defensa social ilimitada.
La fundación de la estructura discursiva crítica del poder punitivo: la Cautio criminalis.
El espacio para la crítica: la sustitución de emergencias.
La crítica al Malleus_y a la combustión de mujeres se fue extendiendo en la medida en que la emergencia de las brujas y el diablo se reemplazaba por otra: la disidencia tomó cuerpo en varios países con el afianzamiento de iglesias separadas (la Reforma) y esa fue la nueva emergencia, que en el siglo XVI dio lugar a que desde la Europa católica se respondiese con la Contrarreforma, encabezada por los jesuitas contra los protestantes. La Inquisición romana estaba muy decadente y con la nueva emergencia renació copiando el modelo de la inquisición española (que era una policía del rey sumamente eficaz, completamente separada de la romana). Una nueva corporación era la empresaria moral de la nueva emergencia. En el siglo XVI hubo una obra muy valiente del médico .Johannes Wier (o Weier) (1516-1588), publicada en Basilea en 1563 y traducida al francés en 1570, que sostenía que las brujas eran enfermas: puede considerarse el intento pionero de la corporación médica por apoderarse de la cuestión penal, objetivo que recién logrará con el positivismo del siglo XIX. Pero las criticas más severas arreciaron desde el campo jesuita, con Adam Tanner (1572-1632) en su Theologia scolastica y Paul Laymann (1574-1635) en su Theologia morali.s. De cualquier manera, era difícil y peligroso hacer estas críticas, pues no pocos inquisidores consideraron que habla que quemar a Tanner. Pero el espacio de crítica se iba abriendo como resultado de la sustitución de emergencias y de la consiguiente lucha de corporaciones (dominicos y jesuitas).
El primer libro enteramente dedicado a la crítica del Malleus y de la práctica inquisitorial fue publicado en 1631 con el titulo de Cautio Criminales, escrito por Friedrich Spee von Langenfeld (1591-1635). Si bien la combustión de brujas se había decaído en la inquisición romana, se llevaba a cabo con ensañamiento en la región germana centroeuropea. Spee era un jesuita que fue nombrado confesor de las brujas condenadas a la combustión por inquisidores alemanes, y la vivienda de esas atrocidades le indignaron y le decidieron a escribir este libro, que inaugura la estructura del discurso penal critico.
n alto grado de valentía y una sin—
El libro le trajo problemas incluso dentro de su propia orden, pero finalmente fue reivindicado y permaneció en ella hasta su muerte, producida, por haberse contagiado atendiendo enfermos durante una epidemia. Si bien el libro era funcional a los intereses de la nueva emergencia, que quería acabar con la anterior, las líneas no estaban aún del todo claras y, además, la crítica de Spee era muy dura y susceptible de extenderse a otros aspectos del poder punitivo, lo que revela un alto grado de valentía y una sincera indignación, teniendo en cuenta la fácil combustión de su tiempo.
Las características críticas del discurso.
En la Cautio criminalis se observa la estructura crítica del discurso penal con meridiana claridad. En términos estructurales, poco se ha agregado al programa originario de Spee. (a) Comienza señalando que la responsabilidad de los crímenes de la inquisición correspondía en primer lugar al prejuicio y a la ignorancia, o sea, a la explotación, de una opinión pública falsamente informada. (b) Considera insensatas las creencias en los poderes de las brujas y del diablo, y falsa la extensión del fenómeno. Explica la pretendida extensión como resultado de considerar prueba de cargo la mención que de la acusada hiciese otra obligada a dar algún nombre por el dolor de la tortura. (c) Cita a los teólogos jesuitas que se le habían adelantado en sus obras generales a mostrar la crueldad de la tortura y la condena de inocentes. (dI Pone de manifiesto la pobreza y vulnerabilidad de las víctimas de la inquisición y su impotencia frente a ese ejercicio de poder punitivo arbitrario e irracional. Afirma que si por medios violentos los políticos (príncipes) pretenden erradicar todo el mal, sólo conseguirán convertir sus tierras en un desierto. (e) No admite la Inmunidad de los inquisidores, a los que considera responsables de pecados gravísimos. (f) Señala el brutal grado de crueldad de las torturas de la inquisición y la imposibilidad de resistir el dolor, que lleva a confesar cualquier cosa y a nombrar a cualquier persona. (g) Demuestra que el poder punitivo de la inquisición, en definitiva, servia para fortalecer a los autores de discursos oficiales de la Iglesia (doctrinarios de ese tiempo) y para proveer de chivos expiatorios a los príncipes, que de ese modo podían atribuir todos los males al diablo y a las brujas y eximirse de toda responsabilidad (tres siglos más tarde, los positivistas atribuirán todo a la biología). (h) Pero lo fundamental, es que Spee puso de manifiesto la corrupción de ese poder inquisitorial, revelando que los participantes cobraban por bruja quemada y, además, puerta a puerta solicitaban contribuciones voluntarias para la inquisición y sus funcionarios, extorsión que hoy se denomina venta de protección.
El origen de los límites liberales:
La obra de Spee no tuvo efecto inmediato, pero las ejecuciones por brujería fueron disminuyendo y el golpe de gracia discursivo más fuerte lo recibirá de Christian Thomasius en 1701, que en su famosa tesis (Sobre los procesos a brujas) destruye prácticamente al Malleus, que desde entonces deja de ser citado.
La obra de Spee parece haber tenido un gran peso sobre Thomasius. Además, en la Cautio criminalis puede encontrase la primera argumentación orgánica contra la tortura y el proceso inquisitorio, que desarrollarán luego los autores del iluminismo y del liberalismo, o sea, el origen mismo de los límites reclamados por el pensamiento penal liberal.
Spee invoca en forma obsesiva la razón, y si bien lo hace desde una perspectiva escolástica, no es menos cierto que en el campo estrictamente penal las garantías surgen porque había que detener un poder formidable, y la primera crítica orgánica se formula en esta obra, cuyo autor no fue un doctrinario, sino un participante indignado y valiente.
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